Se encuentra usted aquí

Mujeres y elecciones USACH 2020

En las elecciones municipales de 1935, cuando en Chile las mujeres pudieron votar por primera vez, hubo 98 candidaturas de mujeres; sólo 25 fueron electas. En 1950 se designó por primera vez a una mujer como diputada, Inés Leonor Enríquez Frödden, reemplazando a un parlamentario radical que había fallecido. Dos años después, y gracias a la presión política del movimiento de mujeres y feminista, se accedió al sufragio en las presidenciales. En 1953, María Elena de la Cruz Toledo era elegida como la primera senadora del país, siendo una de las fundadoras del Partido Femenino, este papel serviría como una de las excusas para inhabilitarla en el ejercicio de su cargo. Cincuenta años después asume Michelle Bachelet como Presidenta de Chile.

Las mujeres en Chile representan el 51% del padrón electoral y la Ley 20.840 del 2015, que sustituyó el sistema electoral binominal por uno proporcional e incorporó una cuota paritaria, que recién permitió aumentar la representación de mujeres en el Congreso Nacional de un persistente 16% a un 23%, en ambas cámaras. El hito histórico y global de diseñar una nueva Constitución a través de una Convención Constitucional integrada por un 50% de mujeres, reinstaló el debate acerca de los avances de las mujeres en participación y representación política, y de su acceso a la toma de decisiones en toda la institucionalidad, incluyendo las universidades. Parte de esta temperatura política, se registrará en las elecciones de decanatos, direcciones de departamentos y consejerías académicas en la Universidad de Santiago de Chile, este martes 15 de diciembre; proceso que va de la mano con el plebiscito que modificará el Estatuto Orgánico, el 21 y 22 de enero. 

Diana Aurenque es candidata a directora de la carrera de Filosofía, algo nada menor, dice, porque se trata de la única mujer en el departamento y la primera en participar en este tipo de elecciones. Valora el trabajo de las dos candidatas al decanato de la Facultad de Humanidades (FAHU), Claudia Córdoba y Cristina Moyano que “se han preocupado de visibilizar sus propuestas en los tres estamentos, lo que demuestra un estilo distinto de hacer las cosas, de una cultura que se está levantando por más participación e inclusión, que acompaña las luchas y demandas que están haciendo las mujeres y el movimiento feminista desde hace años”.

Como parte del Comité Triestamental del Estatuto Orgánico, apela a que su modificación abra una oportunidad para compatibilizar la realidad laboral y universitaria, con las necesidades de las mujeres, en especial con las que deciden ser madres, y las tareas de cuidado. “Espero que el nuevo Estatuto Orgánico, que decidamos como comunidad, refleje estos cambios. Que las cuotas de género como medidas transitorias, permitan igualar la cacha, que si en un lugar hay siete hombres y dos mujeres, una de ellas debiera tener un puesto de autoridad. Cuando las mujeres perciben que las condiciones de partipación son mejores, empiezan a abrirse y tomar estos caminos, restituyendo injusticias históricas que han hecho mucho mal a las mujeres”.

Claudia Córdoba, doctora en Sociología de la Educación y actual directora del Departamento de Historia y candidata al decanato de la FAHU también cree que la paridad en distintos cuerpos colegiados, es fundamental y “un pie forzado para que esos espacios sean legítimos, al contar con una presencia significativa de mujeres”, asegurando que el criterio de paridad es parte de la discusión en torno al nuevo Estatuto Orgánico.

Para ella, las movilizaciones de los últimos años han sensibilizado sobre la necesidad de contar con más mujeres en procesos de elección unipersonal y colegiada; una respuesta a que “algo no anda muy bien” y a que existe un malestar hacia las actuales formas de organización. “Para muchas ese malestar recibe el nombre de patriarcado. Ahora bien, pienso que el hecho de que una mujer ocupe un cargo de poder no necesariamente implica que ejerza un liderazgo feminista; las lógicas de acción pueden ser las tradicionales aun viniendo de una mujer. En ese sentido, entiendo que un liderazgo feminista busca desactivar los antagonismos haciendo evidentes los disensos y respetando permanentemente la diferencia y la pluralidad”.

Cristina Moyano, doctora en Historia y académica del Departamento de Historia, y también candidata  al decanato de la Facultad de Humanidades, sostiene que la universidad “no es una isla”, sino parte de estructuras patriarcales que limitan la participación de las mujeres en política. “Los movimientos sociales iniciados desde fines del siglo XIX, que se expresaron en mujeres anarquistas, socialistas, comunistas, radicales e independientes, que promovieron la participación de las mujeres a espacios de toma de decisiones, me parecen fundamentales”.

“Crecí con el lema Democracia en el país y en la casa, con Julieta Kirkwood como emblema, sus feminarios, sus textos sobre ser política en Chile. Reconozco las lecturas de Butler, de Judith Astelarra (socióloga feminista argentina) y me siento partícipe de un movimiento de larga duración”. Así, reconoce a la generación del mayo feminista de 2018, pero insiste en no desconocer la historia que le antecede. La paridad y las políticas de género las considera clave para la participación política de las mujeres “porque los horarios no compatibilizan el trabajo doméstico con la política, y con nuestra socialización en los roles de género”.

Catherine Flores es académica de Educación y postula a la dirección del departamento. De la mayor participación de mujeres en política, es cautelosa. Dice que las percepciones sobre los avances pueden hacer creer que el problema está superado. “Muchas barreras culturales, económicas y sociales permanecen (…) las mujeres continúan enfrentando obstáculos que no les permiten participar en procesos de toma de decisiones plenamente y que no se subsanan solo con acceder al cargo”.

Sostiene que la universidad “provee a las mujeres con la educación y las habilidades de liderazgo necesarias para su desarrollo profesional, y en dar forma a la trama cultural de la sociedad, a las actitudes hacia las mujeres y su lugar en lo público”. Afirma que la USACH ha transitado positivamente hacia la equidad salarial, “sin embargo, el desafío no es sólo ‘igual pago por igual trabajo’ si no más bien ‘igual pago por trabajo de igual significado”, enfatizando que el avance hacia más inclusión y diversidad se logra, en parte, comprendiendo a cabalidad la metáfora del “techo de cristal” y cómo esta expresión “encapsula” las oportunidades laborales de una gran mayoría de mujeres.

Para Marcela Baeza, candidata a directora de la carrera Enfermería, la movilización feminista permitió estrechar brechas generacionales, y unir esfuerzos en la construcción de una sociedad más justa y equitativa. Afirma que la USACH y la Facultad de Ciencias Médicas van por un buen camino.  “Hoy tenemos a la primera decana de la Facultad de Ciencias Médicas (Helia Molina) y a la primera directora de la Escuela de Medicina (Mónica Osses), con más participación de las estudiantes en espacios de debate”. 

Para mantener este avance, considera que la universidad debe generar estrategias para aumentar la participación y representación de mujeres en espacios históricamente patriarcales. “Hoy vemos cómo la pandemia ha dejado de manifiesto la desigualdad imperante al interior de la academia, vemos cómo el crecimiento y desarrollo de las académicas se interrumpió por la multiplicidad de roles que han debido asumir en el hogar”, relevando así la importancia de “trabajar en aumentar la participación de mujeres en puestos de poder y decisión al interior de nuestra universidad”.